Por curiosidad o por misión
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José Miguel Benavente
Desde hace un tiempo a la fecha las editoriales de las más prestigiosas revistas académicas han revivido la tensión acerca de si la investigación científica debe estar guiada principalmente por la curiosidad del investigador o más bien debe responder a un objetivo o misión de carácter práctico. Esta tensión también existe en el ámbito chileno.
Lo anterior plantea la interrogante si sólo debe evaluarse el quehacer científico en base a publicaciones y sus citas en revistas de prestigio o también es esperable que el conocimiento generado pueda ayudar a resolver problemas o preguntas que la sociedad chilena se plantea hoy en día.
En general, la tradición científica nacional y también continental está más cercana al primer tipo que al segundo. No es de extrañar entonces que las disciplinas científicas más pujantes no coincidan necesariamente con la matriz productiva nacional y/o como respuesta a los problemas que mueven e inquietan a la sociedad. Cabe señalar, eso sí, que la ciencia de base chilena es, en muchas de estas áreas fundamentales, de excelencia y de gran prestigio al compararla con muchos países desarrollados. Pero la pregunta es otra.
¿Debe la ciencia chilena también abocarse a dar respuestas a preguntas más “pedestres” o entregar herramientas que ayuden a resolver problemas productivos o sociales que aquejan a la sociedad? Muchos plantean que para generar conocimiento práctico es necesario contar con una base general sólida. También que la práctica científica de base promueve el entrenamiento de capital humano avanzado necesario para platear hipótesis y sugerir respuestas a estos problemas concretos. Todo lo anterior es evidentemente necesario.
Pero ello no es suficiente. En ninguna parte se ha observado que naturalmente el mundo científico de base se vaya trasladando o cambiando su objetivo a desarrollar metodologías o conocimiento de carácter más aplicado. En realidad, se trata de otro grupo de científicos, tanto o mejor calificados que los primeros pero muy diferentes a éstos, quienes desde un comienzo no les incomoda que su investigación tenga un objetivo práctico. Es más, lo ven como su forma de aportar a la sociedad.
Lamentablemente, en Chile no sólo hay poca gente trabajando en este segundo grupo, sino que escasea la necesaria infraestructura como también los programas públicos que los apoyen. Aquí no sólo vale que se publique en buenas revistas, sino principalmente que se generen patentes y licencias, emprendimientos tecnológicos (spin off) y/o centros científicos en cuyo nombre de pila esté el tema productivo o social que orienta sus esfuerzos.
Aprovechar los nuevos doctores que vuelven del extranjero como también los que se están formando en las universidades nacionales junto con potenciar los denominados laboratorios naturales que ofrece nuestra geografía constituye una gran oportunidad para potenciar la ciencia orientada por misión en nuestro país. Con ello, no sólo mejoraremos nuestros lánguidos indicadores científicos, sino que además estaremos acercando el quehacer científico a la comunidad nacional.